Empezar 2011 con Pintura Impresionista; por R Cabello y F Mena
«Pasión por Renoir»; por Raquel Cabello Mena
El mero hecho de visitar el Museo de El Prado y no acudir de inmediato a la llamada de nombres de tal magnitud como los de Goya, Velázquez o Murillo, merece que se escriba una reseña sobre ello; Renoir lo ha logrado con creces.
La llegada al espacio expositivo puede resultar en principio un tanto caótica. Ubicado en las mismas entrañas del museo (entre Don Diego y Don Francisco, ni más ni menos), tiende a dar una inevitable impresión inicial de falta de espacio. Por fortuna solo es eso, inicial.
Respiren, oteen el horizonte y elijan, sin prisa alguna, por donde empezar a deleitarse con esta magnífica muestra del arte impresionista. El principio puede ser, por qué no, tan buena elección como cualquiera. Será el propio Renoir quien les dé la bienvenida con dos autorretratos, la juventud caprichosa y dinámica y la madurez sosegada. A través de ellos educamos nuestra forma de mirar su obra, donde simples manchas de color, en la lejanía, se transformarán en volúmenes y formas, en calma o agitación.
El sexo femenino adquiere intensidad en cada una de sus actitudes, desde la joven del Palco en el teatro que incita al espectador a mirarla, pasando por el bello rostro de Thérèse Bernard , hasta la Muchacha haciendo ganchillo. En definitiva, nos miren o nos ignoren, las mujeres de Renoir no pasan desapercibidas.
Las miradas se vuelven incisivas con los paisajes. El artista crea universos en miniatura donde, más que nunca, las manchas de color se hacen forma. Y qué decir de los bodegones, donde unas simples manzanas nos arrancan la sorpresa y el apetito por cada una de ellas.
En tres pequeñas salas podemos disfrutar de la luz, el color y de la vida alegre que el movimiento impresionista defendía rompiendo con lo establecido por la sociedad. August Renoir ejerce de perfecto anfitrión, así que no es cuestión de dejar pasar la oportunidad. Tienen hasta el 13 de Febrero de 2011.
«Jardines Impresionistas»; por Fernando Mena Babiano
Trabajo en una zona privilegiada de Madrid: rodeado por el Thyssen, el Prado, el Caixa Forum y el Reina Sofía. A pesar de ello, con frecuencia tengo dificultades para ver alguna de sus exposiciones temporales. Ayer, por fin, me acerqué a la (pinacoteca) Thyssen a disfrutar de “Jardines impresionistas”. Me acompañaron dos personas: una ya es aficionada al arte, el otro aun no tanto.
Durante el tiempo que lleva abierta la exposición ha habido muchos artículos sobre ella y la mayoría (también su catálogo) se centran en un análisis conceptual del jardín, de los distintos jardines, y de su interpretación pictórica desde el siglo XIX hasta las primeras vanguardias del XX. No voy a ir por ese camino, no sabría ir. Mejor solo contaré lo que me ha gustado de este paseo con mis dos acompañantes.
Los primeros cuadros son pinturas románticas de floreros de Delacroix o de Simon Saint Jean y aquí todo es tan perfecto, tan nítido, que permite que juguemos a buscar detalles: ¿dónde está la abeja? ¿donde está la mariposa? Y están allí y lo están perfectamente pintadas. Frente a ellos un primer Renoir (Flores en un jarrón, de 1866) que ya permite que veamos las diferencias entre lo figurativo y lo impresionista. Y así, poco a poco, acercándonos y alejándonos de los cuadros, viendo manchas absurdas de cerca que al alejarnos se transforman en hombres paseando o coches de caballos por Green Park (Monet), el impresionismo se aclara y define, se entiende, no se olvida. Mi joven acompañante ya lo conoce y ¡no sé si quizás no le gusta que se lo recuerde!. Sin duda este movimiento pictórico es, me atrevería a decir, el más avanzado que hemos aceptado mayoritariamente en España. Otras vanguardias nos cuesta más aceptar.
Y vemos cuadros de Manet, como el bellísimo “La partida de croquet” y uno se fija en la regadera, otro en el juego y otro en la camisa blanca del hombre sentado de espaldas. O vemos un irreconocible París desde el Trocadero, de Morisot, y mi otra acompañante recuerda, medio triste medio alegre, los atardeceres desde esa barandilla o sus paseos por el Parc Monceau o por el Bois de Boulogne.
Pero en casi todas las exposiciones hay algún “cuadro sorpresa” y sin duda para mí, en esta es el de Sargent, “Puesta de sol en los jardines de Luxemburgo”. Solo este cuadro justifica la visita al Thyssen: el cielo gris de París, el suelo ocre del parque, las manchas, negruzca del caballero y rosa pastel de la mujer, el círculo blanco de la luna y su reflejo en el estanque, configuran un cuadro bellísimo, emocionante, inolvidable. Todo el que ha paseado por los jardines de Luxemburgo alguna tarde de otoño o invierno verá repetida su impresión en este cuadro de Sargent. Id a verlo, deteneos a estudiarlo con detalle, mirad los colores y las manchas de la luna y del vestido de la mujer, alejaos para ver todo el cuadro. Y al fondo, la Sorbona, ¡y vuelven los recuerdos de mi acompañante!
Continúan los descubrimientos. Fantin Latour y sus “Capuchinas dobles”; Morisot y las “Malvarrosas”, Marie Bracquemont con un par de cuadros llenos de transparencias y de luz (¡parece que las permanentes criticas de su marido hicieron que dejara de pintar!).
Finalmente aparece Gauguin con cuadros “europeos” pero que ya avanzan los futuros “jardines naturales de Tahití”. Aparece algún Cezanne que avanza el cubismo de Picasso o de Braque. Y por supuesto, aparece Pissarro y sus jardines franceses e ingleses, tan diferentes, como diferentes son las técnicas pictóricas que podemos apreciar aquí: desde el puntillista al impresionista más puro.
Para mí esto ha sido la exposición. Id al museo y disfrutad de los cuadros y buscad lo que os guste de ellos. Id con “acompañantes” y comentadla con tranquilidad, hablad entre vosotros, descubrid qué os gusta y qué no, buscad detalles y buscad “impresiones”. Ahora, pasada la Navidad, pasad, pasead, unos treinta o cuarenta minutos entre flores y jardines (hasta el el 13 de Febrero de 2011).
Ah, mis acompañantes eran mis hijos. ¡Feliz Año!
3 comentarios:
Mi enhorabuena a Fernando Mena por su nuevo artículo de pintura, excelente como el de hace meses sobre Sorolla. Su entusiamo y sentimiento indisimulable al escribir sobre pintura me está contagiando el gusto por este arte.
Pero me gustaría que aclarara la aparente contradicción entre el título del cuadro de Sargent, “Puesta de sol en los jardines de Luxemburgo”, y el comentario de "...el círculo blanco de la luna y su reflejo en el estanque..." ¿Es el sol ('puesta de...') o la luna lo que se ve en el cuadro?.
Muchas gracias,
Pepe Morán.
Ya se echaba de menos la opinión de Fernando sobre esta exposición. Excelente artículo, como nos tiene acostumbrados.
Por mi parte, sólo aprovechar para, de nuevo, decir que considero que todos los museos deberían ser gratuitos.
Felicidades a los autores, y felicidades al editor por entender que aquí no solo cabe lo profesional. Artículos como este, o como el que el propio Pepe escribió hace unos días sobre wikipedia, enriquecen el blog y, por tanto, nos enriquece como lectores.
Pepe, José Manuel, muchas gracias por vuestras palabras. Esta tarde, en nuestra comida de promoción (¡¡¡25 años!!!), os las agradeceré personalmente. Y, ¿es el sol o es la luna? Lo estuvimos discutiendo delante del cuadro y creemos que es la luna aunque cada uno, el pintor y el espectador, es muy libre de interpretar lo que más le apetezca. Sinceramente creo que es la luna por los colores que utiliza, grisáceos y no dorados ni rojizos. Pero lo que más me inclinó a pensar que era la luna es que se ve a ese astro y también se ve la cúpula del Pantheon de la Sorbona que está hacia el este, desde el parque Luxemburgo, y bien alineada con el estanque. Hacia el oeste no hay ninguna cúpula similar (los Inválidos están más a la derecha). Por esto creo que es una luna “temprana” y blanquecina.
José Manuel, efectivamente uno se queda sorprendido cuando en Londres puedes ver la National Gallery de forma gratuita. No sé si nosotros deberíamos hacer esto pero sí, desde luego, poner precios un poquito más baratos en los museos nacionales. Sí que tiene entrada gratuita la Caixaforum que con frecuencia presenta muestras espléndidas y curiosas. La actual de Dalí y Lorca es muy recomendable.
Fernando Mena Babiano
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